Acaban de conocerse los resultados de las elecciones autonómicas en Andalucía, y un nuevo Partido entra en el Parlamento:Vox, de tendencia ultraderechista; y no solo eso, sino que de sus votos puede depender el próximo gobierno de la la Junta de Andalucía.
El programa electoral de Vox se nutre de todos los tópicos ultraderechistas que campan a sus anchas por Europa, pero también en Brasil o Estados Unidos.Sin embargo Vox aparece con enorme fuerza, añadiendo un fundamento específico de España, que es el del separatismo golpista de las fuerzas nacionalistas en Cataluña. El coctel es letal, como mezclar vino y whisqui.
Es numéricamente posible evitar que Vox sea necesario para formar gobierno, pero solo si se rompe el antagonismo clásico de izquierda-derecha. Para evitar que el centro-derecha, PP-Cs, se apoye en la ultraderecha, de manera activa o pasiva, es preciso un gran acuerdo PSOE-PP-Cs, que evitaría también que Podemos tuviese opciones de condicionar al gobierno.
Estos tres partidos tienen la responsabilidad de mantener la higiene y la dignidad democrática en la autonomía andaluza, como la tuvieron para afrontar el golpe ultranacionalista en Cataluña. El escollo principal a estas horas, tras escuchar las primeras reacciones de los candidatos, es el de determinar consensuadamente cual de los cabezas de lista sería el presidente, siendo razonable que la actual presidenta de un paso atrás, pese a representar al partido más votado, puesto que la demanda de cambio después de 40 años de gobiernos socialistas es un mensaje democrático que han dado las urnas de manera nítida.

Se nos ofrece una posibilidad fabulosa para invocar el espíritu de la transición, a tres días del cuarenta aniversario de su aprobación en referendum por casi el 90% de la población.
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